miércoles, 27 de mayo de 2009

Estacionamiento Medido.


Crónica de un trabajador precarizado:

El despertador sonó, inaugurando una mañana gélida y cubierta aun por la penumbra. No es como en los cuentos de hadas, donde el gallo canta con los primeros rayos del sol. El invierno patagónico se infiltra en lo más profundo de las almas y de los corazones, anticipando que aun falta mucho para que el febo se haga presente. Me levanto medio a los tumbos buscando mis elementos de abrigo inscriptos con consignas como “Municipalidad de Puerto Madryn” y “Estacionamiento Medido”; aunque inútilmente intento calentar mi cuerpo con ellos, pues su finura y delgadez solo son comparables con el estrecho margen que separa nuestra condición laboral con el trabajo esclavo. Salgo de mi casa y me dirijo hacia las oficinas de transito, como mi rutina de lunes a sábados me lo marca, ya estoy concientizado sobre que tendré una larga jornada, con cinco horas parado sin un lugar al cual ir al baño, pero no tengo opción.
Lentamente comenzamos a amontonarnos, esperando que nos designen las calles y nos entreguen nuestras herramientas de trabajo. Cien obleas para vender a un costo de 1 peso cada una. Si las vendemos todas tendremos 100 pesos, de los cuales solo 10 pesos serán para mi. ¿No era Perón quien decía que la mitad de los ingresos deben ser para los trabajadores y la otra mitad para el patrón? ¿50 y 50 para cada uno? Yo pensé que este era un gobierno peronista, indudablemente me equivoque. De política no se nada. Solamente se que si quiero mantener mi PLAN SOCIAL, yo y un grupo de compañeros tenemos que ir a caminar la campaña para el político de turno, mientras otros compañeros tienen que limpiar los locales partidarios. Mi jornada no va a terminar a la una del mediodía.
El frió intenso se hace sentir; el viento hace caer la sensación térmica a niveles insospechados pero debemos resistir. Como dicen ellos, “para eso nos pagan”. Como si cuatrocientos pesos mas la comisión fuese suficiente para salir adelante, como si fuese suficiente para que un joven pueda independizarse, como si alcanzase para sostener a una familia. Eso no le importa al conductor cuando nos acercamos a ofrecerle las obleas. Muchos aprovechan para escupir su hiel sobre nosotros, descargando toda su bronca. El otro día golpearon a un compañero. ¿Era un Consejal al que le quisieron cobrar la oblea? No puedo saber, ese pibe ya no labura más.
Somos laburantes en negro, precarizados, de eso no hay duda. No podemos sindicalizarnos y nuestra situación es por demás tambaleante. No podemos reclamar sin el peligro de que nos echen sin miramientos. Después de todo, para nosotros no hay fondo de desempleo, liquidación final ni nada que se le parezca. “Si joden ponemos parquímetros” nos dicen. Como si cobrar el estacionamiento y recaudar fuese más importante que darle trabajo a la gente. El Estado no nos protege, sino que nos usa; el Estado no garantiza nuestros derechos, si no que los viola. Pero de todas maneras no tenemos opción. La calle esta jodida, no hay trabajo para nadie y mucho menos para los jóvenes. Sin embargo no podemos abandonar las esperanzas ahora. Somos trabajadores y eso es algo que no van a poder robarnos nunca. Y somos los trabajadores los únicos que podemos cambiar esta situación. El sol esta saliendo, rompiendo con la oscuridad absoluta. El invierno eterno del que quieren convencernos no existe, si despertamos se va. Depende de nosotros organizar y construir la primavera. La jornada esta terminando y un montón de siluetas oscuras comienzan nuevamente a amontonarse. Mañana será otro día, muy similar a este seguramente. Sin embargo “EL MAÑANA” es nuestro y eso no nos lo van a poder robar jamás.

Por: Micheli Ortega y Gastón Medina